Depresión espiritual


¿Por qué estas abatida, oh alma mía? ¿Por qué estas intranquila dentro de mí? Espera en Dios, pues todavía he de alabarle. ¡Salvación de mi rostro y mi Dios!
(Salmos 42:11)

                                                  

Hace unos meses terminé de leer el libro: ¨Depresión Espiritual¨ cuyo autor es D. Martyn Lloyd-Jones. Esta ha sido una lectura que me ha confrontado en gran manera. Me detuve durante varios meses saboreando detenidamente cada capítulo. El libro inicia con el versículo ya indicado (Salmos 42:11), el cual nos invita a detenernos, hablar a nuestra alma y reflexionar sobre la grandeza de nuestro Salvación.

La Depresión espiritual es real, hemos luchado con la infelicidad y la angustia en algún momento de nuestras vidas o quizás ahora. Pero hoy quiero compartir contigo las cosas que este libro me enseñó, la manera en que mi fe fue conmovida, afianzándose aún más en mi Señor y Salvador.

Entre las enseñanzas que he aprendido y recordado están:

Soy amada por él inmensamente grande y misericordioso Dios. Por Su gracia y amor me ha llamado su hija a través de la adopción, otorgándome una gran posición y herencia junto con Cristo.

La depresión es desconfianza en nuestro creador. Nuestra fe se ve afectada por la duda, esta duda puede llegar a nosotras cuando quitamos la vista de nuestro Señor, además, cuando no confiamos plenamente en Su soberanía y voluntad para nuestras vidas.

Cristo es quien dirige mi barca. Como capitán de mi vida él Señor me invita a depositar toda confianza en esta verdad, ya que Cristo es quien me dirige. Entonces, no tengo que temer a la tormenta, porque él conmigo está y es poderoso para sanar y salvar. 

Debo anhelar conocer más a Dios y la obra redentora de Cristo Jesús, manteniéndome anclada en este conocimiento verdadero, el cual genera en mí más deseos por servirle. Vendrán sufrimientos, dolores indescriptibles que me quebrantarán, pero ese no es el fin. El verdadero fin es perfeccionarme y prepararme para la eternidad con Él.

Mi perspectiva de Pablo cambió, un apóstol amado, sufrido y sabio. Su vida nos debe motivar a no menospreciarnos, a no mirar o vivir en el pasado y a recibir las misericordias de Dios. Pablo en sus escritos nos anima a mantener el gozo cualquiera que sea la situación.

Me encanta recordar esta frase del autor: ¨Si en medio de la persecución queremos sentirnos como Pablo se sintió, debemos vivir como él vivió¨. Y ¿Cómo vivió Pablo? Siendo hacedor de las instrucciones de Cristo.

Hermanas, como discípulas de Cristo hagamos lo que nos ordena: vivamos una buena vida cristiana; oremos y meditemos en él; apartemos tiempo para encontrarnos en intimidad; y pidámosle que su Espíritu Santo se manifieste en nosotras dándonos fuerza.

Hablémosle a nuestra alma como David lo hizo e identifiquemos las emociones e influencias negativas que nos hacen dudar de Dios y fallar a Su propósito. Pongamos nuestra confianza en el Señor, solo así recibiremos sustento y descanso para resistir frente a la tempestad, hasta que estemos para siempre con él.



Julia Lugo 

Sierva del Señor por su gracia, esposa de Francis Ferrer y madre de Angélica. Ama la lectura, apasionada con la botánica, las largas caminatas y la fotografía.  

 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

“Las deudas me agobian”