Satisfecha
´´y ustedes han sido hechos completos en Él´´
(Colosenses 2:10)
Siempre me he sentido una persona plena. Trato de aprovechar el tiempo que estoy viviendo al máximo y sin preocuparme de las cosas que aún no tengo, agradecida de Dios por lo bueno y por lo no tan bueno.
He tenido grandes luchas. Por mencionar una de ellas, está
aquel largo proceso que tuvimos que afrontar mi esposo y yo con el tema de la
infertilidad; pero aún en todo esto siempre buscamos como pareja descansar en
el Señor, esperar en oración y amarnos sin medida.
Pero este año, con un diminuto virus, logró lo que quizás muchas cosas no lograron: he
sido sacudida. Es increíble todo lo que el confinamiento ha podido cosechar en mí,
ciertas cosas buenas, pero otras que desconocía y que estaban ocultas en mi
corazón.
Les cuento que, pasado los meses de cuarentena, y con la intención de mantener viva la esperanza en medio del caos, me surgió una inusual necesidad de tener plantas en la casa. Esa necesidad empezó con una, dos, tres y cuatro plantas; y luego sin darme cuenta ya tenía un pequeño vivero en casa. Lo sorprendente no era el pequeño vivero, era que deseaba más y luego me sentía vacía, impotente y algo triste.
Agradezco al Señor por mi esposo que fue una gran
ayuda para reenfocar mis emociones en Dios y su palabra, porque llegan momentos
en que somos sacudidas y esto puede empezar por una brecha. Este sentimiento me
hizo reflexionar en tres aspectos bíblicos que debo mantener presente al
momento de ser tentada a estar insatisfecha:
Somos fabricantes de ídolos: Esta frase la leí en el libro ‘’Ídolos del corazón’’ de Elyse Fitzpatrick. Ella decía que muchas veces creemos que un ídolo es una estatua de piedra o de oro, pero no es así. Hay pensamientos, deseos y esos sitios donde ponemos nuestra esperanza, que pueden hacer que nos rindamos y que desplace a Dios de su lugar principal.
El primer gran mandamiento: Amar a Dios con todo mi corazón, todo mi ser y con toda mi mente. Este mandato me recuerda que Él es lo más importante en mi vida, mi principal prioridad y fuente de gozo, fe y esperanza. Él es mi Creador y necesito estar en Él para funcionar correctamente y reparar esas áreas en las que presento falla. Debo ir a Dios.
Solo en Él está la verdadera satisfacción: Las plantas se mueren, la vajilla se rompe, las personas se van, pero Dios permanece para siempre. Todo perece, más nuestro Dios es eterno.
Julia Lugo
Sierva del Señor por su gracia, esposa de Francis Ferrer y madre de Angélica. Ama la lectura, apasionada con la botánica, las largas caminatas y la fotografía.
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